miércoles, 24 de abril de 2013

EL 15 A,EL ROSTRO DEL ODIO


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El 1 de junio del 2010, el Comandante Chávez expresó en una graduación de jóvenes de la Misión Sucre “¿Qué me importa a mí el odio de la burguesía? El odio burgués a mí me honra. Me honran con su odio (…) Yo prefiero que estos burgueses me odien, que descarguen sobre mí todo el odio del mundo, descárguenlo (…) Lo que a mí me importa es que más nunca descargarán ráfagas de ametralladora sobre el pueblo de Venezuela”. En varias oportunidades, en privado, el Comandante Chávez nos expresó que tenía conciencia que, como ahora la burguesía no podía descargar su odio contra el pueblo, lo hacían sobre él. Papel que asumía con honor.
Tenía razón el Comandante, apenas había pasado poco más de un mes de su partida física, cuando el odio burgués arremetió contra el pueblo. Capriles quien, en sólo 6 meses, había perdido por segunda vez la elección presidencial, entró en cólera contra el pueblo pobre. “Descarguen la arrechera”, ordenó a sus bases, marcando el inicio de una jornada destructiva y sangrienta, caracterizada por la quema de varias sedes del Partido Socialista Unido de Venezuela, por expresiones de xenofobia hacia los médicos cubanos, mediante el asedio a decenas de Centros de Diagnóstico Integral en varios lugares del país, en intolerancia social expresada en el asesinato de un hombre y una mujer humildes en el Urbanismo La Limonera, Baruta. Edo Miranda.
Esta violencia generalizada culminó con los asesinatos políticos de los compatriotas Rosiris Reyes, José Luis Ponce, Hender Bastardo, Luis Eduardo García, Rey David Chacin, Henry Rangel La Rosa, Johan Antonio Hernández, Keller Guevara; más de 70 heridos y horas de angustia y terror para familias enteras en todo el país.
Luego, como es propio del fascismo, vino el intento de invisibilizar a las víctimas fatales o rematarlas moralmente, “eran delincuentes, se mataron entre ellos mismos” dijeron los voceros de la oposición y los medios privados secundaron el ajusticiamiento moral de los asesinados políticos. Está en desarrollo un plan para cubrir con el manto de la impunidad lo sucedido, se trata de borrar las pruebas de las fatales consecuencias del verbo irresponsable y violento del Gobernador Capriles, y recalco lo de Gobernador, porque ese cargo comporta obligaciones en materia de derechos humanos, obligaciones exigidas por la Constitución y las leyes venezolanas, así como por los convenios internacionales en la materia.
Los medios privados salen presurosos a lavarle la cara al fascismo. Eso los hace complices de la intolerancia y de los crímenes políticos. Pero también PROVEA, otrora valiente organización de derechos humanos, forma parte de la lavandería de los violentos. “No hay CDI quemados”, se pronunciaron diligentes sus voceros. ¿Qué esperaban,­ encontrarlos quemados con las personas adentro? Gracias a la valiente defensa popular, no hubo mayores daños que lamentar.
Para PROVEA, no existen los muertos, no se preocuparon por visitar a los familiares, ni a los heridos. Tampoco existieron las sedes del partido quemadas, ni mucho menos oyeron, ni tuvieron nada que decir sobre el verbo intolerante del ex candidato opositor. Que pena por nuestro pueblo, que perdió un patrimonio de la defensa de los derechos humanos. PROVEA, hoy se dedica a ocultar la violencia fascista. Que lástima.
Julio Borges, fascista ultramontano y político de utilería, decretó “llegó la hora de la muerte de la revolución”. La revolución no murió, ni morirá, pero si murieron 8 hombres y mujeres humildes del pueblo y decenas están heridos. Pero a él, también los medios privados y PROVEA lo protegen.
¿Y quién ejecutó la orden de operaciones, para “drenar la arrechera”? Por supuesto, Leopoldo López. Más temprano que tarde pagará por sus crímenes ante la Justicia nacional e internacional.
El 15 A de 2013, lamentablemente, las advertencias hechas por el Comandante Chávez a lo largo de años se cumplieron, la burguesía descargó su odio contra el pueblo, atacó a las misiones emblemáticas, arremetió contra el chavismo. Y eso que no ganaron, gracias a Dios y a más de siete millones y medio de Chavistas, baluartes de la Patria Socialista y de la Paz, que no le fallamos al legado de nuestro Comandante Chávez.
Necesario es reconocer la madurez y serenidad del pueblo Chavista y de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana, que cumplieron las orientaciones del Presidente Nicolás Maduro y de la Dirección Político Militar de la Revolución, de resistir el embate y no caer en la “Guerra de Perros” a la que nos querían llevar. Pero también reconocemos a la gran mayoría de las bases opositoras que no acataron el llamado al odio y a la violencia de los dirigentes del fascismo.
Hace 8 días, derrotamos en sus inicios, la “Guerra de Perros” y quedó evidenciado que la oposición venezolana no es democrática, es la misma del 11 A del 2002. El pueblo venezolano y la comunidad internacional constataron con asombro, lo que hemos dicho hasta el cansancio, que es al fascismo puro lo que está enfrentando la revolución bolivariana.
Tan grave es lo ocurrido, especialmente por su carga de intolerancia política, social y de xenofobia que la UNASUR designó una comisión para que acompañara al Estado Venezolano, en la investigación de los hechos violentos ocurridos el 15 A del 2013. El resto de los organismos internacionales y de la comunidad internacional han condenado los hechos de intolerancia y violencia acaecidos, como consecuencia del desconocimiento de los resultados electorales. En solitario quedó el viejo Imperio yanqui, apoyando al neofascismo venezolano.
Nos queda ahora, trabajar para recomponer una mayoría por la paz, por el vivir bien, por la tolerancia, por el socialismo. Necesario es luchar contra la impunidad y prepararnos para enfrentar los nuevos zarpazos fascistas, seguro de que los venceremos.
Honor y Gloria a los mártires de la Patria Socialista y la Democracia Participativa y Protagónica, victimas del odio de la burguesía.
¡INDEPENDENCIA Y PATRIA SOCIALISTA,
VIVIREMOS Y VENCEREMOS!
¡VIVA EL COMANDANTE CHÁVEZ, VIVA EL PUEBLO VENEZOLANO!
Petare, 22 de abril de 2013.

Por: Elías Jaua

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