sábado, 22 de junio de 2013

Las tres muertes de Argenis Ramírez: Crónica de emergencia sobre el asesinato de un campesino de Portuguesa

A Argenis Ramírez lo mataron por primera vez el sábado 11 de agosto de 2012, cuando iniciaba la madrugada, en una zona rural de Guanarito, en el estado Portuguesa, en los llanos occidentales.
Era un campesino de 25 años, que lideraba a un grupo de 30 familias, que no tenían tierras ni trabajo regular y que venían exigiendo el “rescate” de las tierras ociosas de un predio rural conocido como La Bragueta.
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El rescate es una figura establecida en la legislación agraria venezolana, desarrollada en el marco de la Revolución Bolivariana, por medio de la cual el Estado recupera tierras propiedad de la Nación que se encuentran en posesión de terratenientes.
El colectivo de campesinos donde actuaba Ramírez tenía varios meses con un campamento frente a la finca reclamada y estaban haciendo gestiones ante el Instituto Nacional de Tierras (INTI) para que se recuperara el sitio y se les entregara a los “sin-tierra”.
Ni siquiera la querían toda. Se conformaban con 570 hectáreas, que era lo que a su juicio estaba sin uso. Eso me lo explicó el mismo Argenis el pasado 16 de mayo en una visita que hizo a Caracas para insistirle al INTI en su sede nacional que apuraran el proceso legal.
Con voz tímida y con acento de la gente del Alto Apure (ese que es una combinación andino-colombo-venezolana) dijo que ellos sólo planeaban producir en lo que estaba “enmontado”, nada más.
El resto de las tierras, “lo que ellos (los poseedores-latifundistas) han trabajado”, no las pensaban tocar. Incluso considerando que la producción no era mucha y que las tierras ociosas no eran de la mejor calidad.
También me contó que el INTI en Portuguesa aún no había inspeccionado el predio para determinar la situación de “tierras ociosas” y que le habían dicho que el inspector debía ser trasladado por cuenta de los campesinos.
Como ellos no tienen carro tuvieron que contratar un vehículo para la movilización, y aún así no había sido posible que se realizara la inspección. Varios viajes contratados se perdieron porque cuando llegaban al INTI les decían que no se había programado la visita.
No habló mucho esa vez. Sólo lo necesario, y además andaba con otros compañeros que participaban en distintos campamentos de rescate, que también intervenían en la conversa. “Era el flaco, alto, de bigotico que estaba atrás”, me explicó alguien para que recordara quien era.
Ese sábado 11 de agosto, durante el día volvieron a matar a Argenis. Esta vez le asesinaron el nombre y durante muchos días nadie se atrevió a decir quién era el muerto. Así cumplían con una de las instrucciones de los sicarios: que nadie informara ni denunciara.
Ese día sólo se filtró que Argenis salió de la casa bajo engaño: un amigo, alguien que conocía y en quien confiaba, lo llamó esa madrugada desde el camino pidiéndole ayuda porque su moto se había quedado sin gasolina.
En los días siguientes el tercer asesinato llegó por “correo”: la carta recibida por su familia contenía instrucciones para que los allegados se dirigieran a una población de Apure, a un lugar en concreto, donde se entrevistarían con los líderes del grupo de asesinos.
El propósito era asegurarse su silencio y quizá reafirmar la dominación más allá de las distancias geográficas. Si no iban las muertes seguirían.
Fueron y aunque parece que hubo una confusión el representante de otro grupo irregular se entrevistó con los allegados y desmintió su relación con el crimen.
Argenis sabía que podía morir por su osadía de querer la tierra y por movilizar a otros para obtenerla por los mecanismos previstos en la ley.
Eso lo comentó el mismo día en que lo conocí y entrevisté. Lo dijo a otra persona, posiblemente con la misma voz de humildad que quedó registrada en mi grabador.
Lo cierto es que la burguesía agraria esta vez ganó la batalla.
Contó con la ayuda de la lentitud de los procesos administrativos de algunas instituciones y con las balas de los sicarios.
Los dominadores saben lo que es la lucha de clase y cuentan con las mejores armas.
En esos montes se está jugando el futuro de la Revolución Bolivariana, porque es justamente en el campo donde se vienen construyendo modos distinto de uso de la tierra y aprovechamiento de los recursos naturales.
Hoy días los campesinos han adoptado los mecanismos de organización del Poder Popular. Eso les ha abierto efectivamente el acceso al poder a través de la autogestión y el autogobierno.
Por otro lado los modelos productivos y de organización del trabajo han desmontado el esquema de la “propiedad privada de la tierra”.
Lo que plantean es la “propiedad colectiva” y el relanzamiento del trabajo como fundamento para establecer el derecho al uso de la tierra.
Eso los protege de las amenazas de latifundistas que podría doblegarlos y desplazarlos en forma individual. Pero también se imposibilita la concentración de la tierra en poder de unos pocos.
Es decir, la tierra, así como el aire, no tiene valor en terminos monetarios. Vale en la medida que se usa. Es una sencilla manera de comprender la diferencia entre valor de cambio y valor de uso.
A esta visión le teme la burguesía agraria. Esa que ha preservado sus privilegios desde la formación de la República, hace 180 años por lo menos.
Esa burguesía sobrevivió a la prolongada Guerra Federal, a las crisis mundiales de los precios del cacao y el café, y a la irrupción del petróleo en la economía.
También superó los intentos socialdemócratas de romper con el latifundio en los años 40 y 60 a través de la reforma agraria.
Hace 10 años promovió un golpe de Estado ante la aprobación de la Ley de Tierras, y durante ese tiempo ha usado el sicariato para amedrentar y ha dejado cerca de 300 campesinos asesinados.
En esta historia por pedacitos (los asesinos hicieron añicos los hechos) supimos que los “sin-tierras” cansados de esperar, con el campamento en las afueras del predio, decidieron ingresar a La Bragueta. Apenas unos metros y huyendo del agua que empantanaba el asentamiento original. Ese simple movimiento de palos y pedazos de plástico condenó a muerte a Argenis, y la sentencia se cumplió apenas en horas.
No se sabe con certeza otros datos sobre la vida de Argenis. Nadie los ha revelado y quizá sea riesgoso para otros (que siguen vivos) darlos a conocer.
Pero, sin duda, su historia y su vida deben ser similares a las de las 800 familias que no tienen tierras en el municipio Guanarito. Que tampoco tienen trabajo fijo, y que probablemente forman parte de grupos familiares de desplazados por la violencia o por condiciones económicas adversas desde la frontera con Colombia en los estados Apure y Táchira
En este municipio, el más grande de Portuguesa, con 3 mil kilómetros cuadrados y una densidad de 10 habitantes por kilómetro cuadrado, la estructura de propiedad de la tierra no ha cambiado.
La burguesía agraria sigue ganando esta guerra con el apoyo del paramilitarismo promovido por sus pares colombianos.
Hace unos días conseguí la grabación. Allí está la historia de Argenis, su “tiempo histórico” en su voz y en la de sus compañeros.
¿Cuáles de ellos serán asesinados antes de tener las tierras?
Escuche a Argenis Ramírez tres meses antes de su asesinato
http://soundcloud.com/victor-hugo-majano/argenisramirez
Por Victor Hugo Majano
Ciudad Cccs 16/09/2012

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