Foto archivo
Caracas, 23 Nov. AVN.- Manuela Sáenz o
"Manuelita", como se le llama cariñosamente, ha sido mundialmente
conocida como "La libertadora del Libertador". Al cumplirse 157 años de
su partida física, quienes han traspasado el cerco que levantaron los
enemigos de la Libertad han logrado reconocer en esta mujer invaluable
a la soldado Húzar, a la Coronela del Ejército Libertador y finalmente a
la Generala de la División del Ejército Nacional Bolivariano de
Venezuela, cuyo papel en la historia contribuyó a la independencia de
América y la construcción de la Patria.
Nacida el 27 de diciembre de 1797 en Quito, Ecuador, es hija prematura -según algunos autores- del español Simón Sáenz Vergara y la criolla María Joaquina de Aizpuru, quien fallece poco tiempo después de dar a luz. Manuelita pasa su niñez y buena parte de su juventud en el Convento de las Monjas Conceptas (Real Monasterio de la Limpia e Inmaculada Concepción), bajo la tutela de Sor Buenaventura, donde aprende además de leer y escribir, los idiomas inglés y francés, así como los oficios propios de toda una Ifigenia, que como este personaje literario de la venezolana Teresa de la Parra, se casó no con quien amaba sino con quien debía.
Muy joven fue entregada en cuerpo al comerciante inglés Jaime Thorne, pero su alma permaneció libre, revelando a la mujer que siempre fue adelantada a su época: desinhibida, audaz, capaz de detectar a los conspiradores de la Patria, montar a caballo, usar armas mejor que cualquier hombre.
Antes de conocer a Bolívar ya era miembro activo de quienes resistían la dictadura monárquica del virrey de Perú, José de la Serna e Hinojosa, y profesaba admiración a los ideales de José de San Martín.
Fue Caballeresa del Sol, condecoración que le otorgó San Martín en 1822 por su participación en la lucha pro independentista de Perú; fue amazona y fue mujer.
"De batalla en batalla, a teniente, capitán y por último, se lo gana con el arrojo de su valentía, que mis generales atónitos veían; ¡coronel! ¿Y qué tiene que ver el amor en todo esto? Nada", dijo Bolívar en torno a esta heroína quiteña, sobre quien agregó: "lo consiguió ella como mujer (¡era de armas tomar!) ¿Y lo otro? Bueno, es mujer y así ha sido siempre, candorosa, febril, amante".
Inspiración y gesta heroica
La fortuna que rodea el encuentro entre Manuela y Simón, durante la entrada triunfal de éste a Quito en junio de 1822, es ampliamente reseñada. Un año más tarde, cuando ya la relación se veía enturbiada por la moral hipócrita de una sociedad que la señalaba por entregarse a un amor fuera del matrimonio, Bolívar decide emprender la Batalla de Junín y separar de sí a su musa. La respuesta de ella fue contundente.
"Las condiciones adversas que se presenten en el camino de la campaña que usted piensa realizar, no intimidan mi condición de mujer. Por el contrario, yo las reto", le escribe y participa activamente en las campañas que libran Bolívar y Sucre para lograr en el Perú la independencia definitiva del dominio español.
Por esa actuación, Bolívar le escribe en diciembre de 1824: "Tu desoída conducta, halaga y ennoblece la gloria del ejército colombiano, para el bien de la patria y como ejemplo soberbio de la belleza, imponiéndose majestuosa sobre los Andes. Mi estrategia me dio la consabida razón de que tú serías útil allí; mientras que yo recojo orgulloso para mi corazón, el estandarte de tu arrojo, para nombrarte como se me pide: Coronel del Ejército Colombiano".
El temperamento de Manuela abrasaba a Thorne, quien le suplica constantemente que vuelva a su lado. En contraste, la actitud conformista de Bolívar al respecto de la relación con ella, era algo que seguramente inquietaba a esta mujer.
Mientras el Libertador le escribe: "Nada en el mundo puede unirnos bajo los auspicios de la inocencia y del honor", ella le reclama: "No hay que huir de la felicidad cuando esta se encuentra tan cerca. Y tan sólo debemos arrepentirnos de las cosas que no hemos hecho en esta vida".
La Coronela se definía así misma como "una mujer decente" ante el honor de saberse patriota y amante del Libertador y así se mostró siempre. El 25 de septiembre de 1828, a pesar de las constantes advertencias que ella le hacía en sus cartas, Bolívar asiste al palacio de San Carlos, Bogotá-Colombia, donde es víctima de un intento de asesinato, frustrado gracias a la valiente intervención de esta luchadora. Bolívar la acredita con el título de "la Libertadora del Libertador", pero los generales y oficiales del ejército libertador la reconocen como su esposa legítima.
Sin embargo, los continuos cuidados de la Libertadora a su Simón no fueron siempre suficientes para salvarlo del odio y de la muerte.
"Se me nombró compañera del Libertador. Sí, compañera de luchas; metida en asuntos militares y presidenciales. Era necesaria, muy a pesar de los que lo asistían: una buena cantidad de ayudantes, generales, secretarios y auxiliares, de los que no necesitó nunca, pues era tercamente un solitario hombre introvertido, cuando su soledad lo aprisionaba. Parecía que Simón lo supiera todo. Pero no era así, sus conocimientos necesitaron siempre de mi apoyo. Insistentemente le pedí que fuera implacable, más cuando se tratara del bien de la República", escribió en una ocasión.
Ella resistió a la muerte hasta sucumbir a la difteria, el 23 de noviembre de 1856 en Paita, Perú, donde previamente fue visitada por personas ilustres de la época como el escritor Herman Melville (autor de la obra Moby Dick), Simón Rodríguez y Giuseppe Garibaldi. Pero el alma de la heroína estuvo siempre apegada a la del Libertador.
"Sí, su amor sigue aquí en mi corazón, y mis pensamientos y mi amor por él están con él en la eternidad (...) Lo amé en vida con locura; ahora que está muerto lo respeto y lo venero", escribió Manuela antes de morir.
Sus restos simbólicos fueron trasladados en un recorrido efectuado en 2010 por Perú, Ecuador y Colombia, hasta llegar a Venezuela y descansar junto a los de Bolívar, durante un acto efectuado el 5 de julio de ese año. Sus ideales aún inspiran a todas las mujeres del continente cuyo arrojo se demuestra cada día en el espíritu de lucha, libertad, entrega y amor a la patria.
Nacida el 27 de diciembre de 1797 en Quito, Ecuador, es hija prematura -según algunos autores- del español Simón Sáenz Vergara y la criolla María Joaquina de Aizpuru, quien fallece poco tiempo después de dar a luz. Manuelita pasa su niñez y buena parte de su juventud en el Convento de las Monjas Conceptas (Real Monasterio de la Limpia e Inmaculada Concepción), bajo la tutela de Sor Buenaventura, donde aprende además de leer y escribir, los idiomas inglés y francés, así como los oficios propios de toda una Ifigenia, que como este personaje literario de la venezolana Teresa de la Parra, se casó no con quien amaba sino con quien debía.
Muy joven fue entregada en cuerpo al comerciante inglés Jaime Thorne, pero su alma permaneció libre, revelando a la mujer que siempre fue adelantada a su época: desinhibida, audaz, capaz de detectar a los conspiradores de la Patria, montar a caballo, usar armas mejor que cualquier hombre.
Antes de conocer a Bolívar ya era miembro activo de quienes resistían la dictadura monárquica del virrey de Perú, José de la Serna e Hinojosa, y profesaba admiración a los ideales de José de San Martín.
Fue Caballeresa del Sol, condecoración que le otorgó San Martín en 1822 por su participación en la lucha pro independentista de Perú; fue amazona y fue mujer.
"De batalla en batalla, a teniente, capitán y por último, se lo gana con el arrojo de su valentía, que mis generales atónitos veían; ¡coronel! ¿Y qué tiene que ver el amor en todo esto? Nada", dijo Bolívar en torno a esta heroína quiteña, sobre quien agregó: "lo consiguió ella como mujer (¡era de armas tomar!) ¿Y lo otro? Bueno, es mujer y así ha sido siempre, candorosa, febril, amante".
Inspiración y gesta heroica
La fortuna que rodea el encuentro entre Manuela y Simón, durante la entrada triunfal de éste a Quito en junio de 1822, es ampliamente reseñada. Un año más tarde, cuando ya la relación se veía enturbiada por la moral hipócrita de una sociedad que la señalaba por entregarse a un amor fuera del matrimonio, Bolívar decide emprender la Batalla de Junín y separar de sí a su musa. La respuesta de ella fue contundente.
"Las condiciones adversas que se presenten en el camino de la campaña que usted piensa realizar, no intimidan mi condición de mujer. Por el contrario, yo las reto", le escribe y participa activamente en las campañas que libran Bolívar y Sucre para lograr en el Perú la independencia definitiva del dominio español.
Por esa actuación, Bolívar le escribe en diciembre de 1824: "Tu desoída conducta, halaga y ennoblece la gloria del ejército colombiano, para el bien de la patria y como ejemplo soberbio de la belleza, imponiéndose majestuosa sobre los Andes. Mi estrategia me dio la consabida razón de que tú serías útil allí; mientras que yo recojo orgulloso para mi corazón, el estandarte de tu arrojo, para nombrarte como se me pide: Coronel del Ejército Colombiano".
El temperamento de Manuela abrasaba a Thorne, quien le suplica constantemente que vuelva a su lado. En contraste, la actitud conformista de Bolívar al respecto de la relación con ella, era algo que seguramente inquietaba a esta mujer.
Mientras el Libertador le escribe: "Nada en el mundo puede unirnos bajo los auspicios de la inocencia y del honor", ella le reclama: "No hay que huir de la felicidad cuando esta se encuentra tan cerca. Y tan sólo debemos arrepentirnos de las cosas que no hemos hecho en esta vida".
La Coronela se definía así misma como "una mujer decente" ante el honor de saberse patriota y amante del Libertador y así se mostró siempre. El 25 de septiembre de 1828, a pesar de las constantes advertencias que ella le hacía en sus cartas, Bolívar asiste al palacio de San Carlos, Bogotá-Colombia, donde es víctima de un intento de asesinato, frustrado gracias a la valiente intervención de esta luchadora. Bolívar la acredita con el título de "la Libertadora del Libertador", pero los generales y oficiales del ejército libertador la reconocen como su esposa legítima.
Sin embargo, los continuos cuidados de la Libertadora a su Simón no fueron siempre suficientes para salvarlo del odio y de la muerte.
"Se me nombró compañera del Libertador. Sí, compañera de luchas; metida en asuntos militares y presidenciales. Era necesaria, muy a pesar de los que lo asistían: una buena cantidad de ayudantes, generales, secretarios y auxiliares, de los que no necesitó nunca, pues era tercamente un solitario hombre introvertido, cuando su soledad lo aprisionaba. Parecía que Simón lo supiera todo. Pero no era así, sus conocimientos necesitaron siempre de mi apoyo. Insistentemente le pedí que fuera implacable, más cuando se tratara del bien de la República", escribió en una ocasión.
Ella resistió a la muerte hasta sucumbir a la difteria, el 23 de noviembre de 1856 en Paita, Perú, donde previamente fue visitada por personas ilustres de la época como el escritor Herman Melville (autor de la obra Moby Dick), Simón Rodríguez y Giuseppe Garibaldi. Pero el alma de la heroína estuvo siempre apegada a la del Libertador.
"Sí, su amor sigue aquí en mi corazón, y mis pensamientos y mi amor por él están con él en la eternidad (...) Lo amé en vida con locura; ahora que está muerto lo respeto y lo venero", escribió Manuela antes de morir.
Sus restos simbólicos fueron trasladados en un recorrido efectuado en 2010 por Perú, Ecuador y Colombia, hasta llegar a Venezuela y descansar junto a los de Bolívar, durante un acto efectuado el 5 de julio de ese año. Sus ideales aún inspiran a todas las mujeres del continente cuyo arrojo se demuestra cada día en el espíritu de lucha, libertad, entrega y amor a la patria.
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