martes, 5 de noviembre de 2013

El día en que cinco mosqueteros derrotaron a Bush



Foto archivo  
Caracas, 04 Nov. AVN.- La instrucción fue clara: "Cuando yo necesite que tú hables, te voy a dar la palabra sin que me la pidas". Hugo Chávez, presidente de Venezuela, respondió que sí, que contara con eso, que él hablaría cada vez durante quince, veinte o treinta minutos: los que hicieran falta. El objetivo era "derrotar por cansancio"; y el estratega, Néstor Kirchner, entonces mandatario de Argentina, y anfitrión de la IV Cumbre de las Américas, celebrada el 4 y 5 de noviembre de 2005 en Mar del Plata.
"Néstor es un buen conspirador", confesó Chávez -días más tarde y entre risas- para elogiar a uno de los artífices de la derrota propinada al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), una propuesta que intentó imponer Estados Unidos en la región durante esa cumbre presidencial, pero que encontró la resistencia de Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Venezuela.
La batalla fue dura y se llevó más de ocho horas, con amenaza de postergarse todo el tiempo necesario hasta evitar que países como Canadá y Estados Unidos lograran pasar por encima de las naciones que se oponían a la imposición imperial: "Éramos un grupito de mosqueteros contra un batallón dirigido por Bush. Sólo Néstor, Lula (Luiz Inácio), Tabaré (Vásquez), Nicanor y yo", contó Chávez el 13 de noviembre de ese año.
Durante las deliberaciones, la postura de países como Estados Unidos y Canadá era presionar la aprobación del ALCA por mayoría simple, y evitar a todo costo la búsqueda de por consenso. Pero mientras pasaban las horas, Kirchner recurría al apoyo de Chávez para ganar tiempo y restarle energía a los oponentes: "Cuando yo hablaba, Bush se paraba. No le gustaba escucharme", recordaría luego el mandatario venezolano en su programa dominical.
Mientras transcurrían los debates, la posición de las naciones integrantes del Mercado Común del Sur era la de abogar por un documento consensuado. "Aquí no nos van a venir a patotear con una simple mayoría", afirmaba con vehemencia Kirchner, quien defendía el derecho al disenso y se negó a suscribir un documento forzado "que genere salidas insalvables y nos deje un sabor muy amargo".
Fidel se volvió loco
Años antes, en otra cita similar a la de Mar del Plata, Chávez no había contado con el apoyo de ningún compañero o estratega. Su voz disonante en el concierto pro-libre comercio fue una osadía, una "excentricidad" que quedó asentada en letra "chiquitica" -como él mismo contaría- de los documentos de la cumbre que se realizó en Quebec, Canadá, en abril de 2001.
En esa oportunidad, su crítica al ALCA fue la única nota discordante; Cuba, que había sido excluida de las Cumbres de las Américas por Estados Unidos, no podía asistir. "Allí yo pude conocer la soledad", narraría Chávez años más tarde, en una universidad de Uruguay.
"La única mano que se levantó en esa cumbre para decir 'no' y pedir que lo dejaran asentado en el documento del Alca fui yo", dijo el líder bolivariano. Chávez no sólo pedía que quedara fijada la abstención de Venezuela, sino el rechazo rotundo de Caracas a esa iniciativa imperialista.
De regreso a Caracas, Chávez se detuvo en La Habana para hablar con el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro. Amanecieron conversando sobre los detalles de la cumbre, los debates y la sensación de ser la única voz en solitario que se negaba "a esa expresión del monroísmo en el siglo XXI".
Al finalizar ese diálogo, detalló Chávez, Fidel lanzó una sentencia firme: "Nuestra gran batalla es derrotar el ALCA. Lo derrotaremos". Y el líder bolivariano, incrédulo tras su desoladora experiencia en Quebec, dijo para sí: "Fidel se volvió loco".
Fracaso previsto
Las diferencias que salieron a flote durante el debate en Mar del Plata, obviamente, no se resolvieron. Y es que ya antes de ser expuestas, su resolución estaba destinada al fracaso. Ese vaticinio llegó a oídos de Chávez en voz de su canciller, Alí Rodríguez Araque, quien le adelantó -la misma madrugada de la cita de mandatarios- que los ministros de Exteriores no habían logrado ponerse de acuerdo en torno al documento que elevarían al cónclave presidencial.
"Ellos sabían que difícilmente habría consenso en la reunión de presidentes. Todo el mundo sabía que los cancilleres habían estado trabajando hasta la madrugada. Por eso fue que, con Estados Unidos a la cabeza, trataron de lanzar una propuesta para revivir el ALCA, que estaba muerta y sigue muerta. El ALCA es imposible", rememoró Chávez.
La intención de las potencias hegemónicas fracasó y sus presidentes decidieron abandonar la reunión. Los mosqueteros permanecieron en el recinto y Chávez, como relataría días más tarde, tomó su determinación de "estar ahí rodilla en tierra hasta el final. Yo no me iba de allí hasta que terminara todo eso y apagaran la luz". El saldo de esa cumbre fue apenas una declaración dividida.
Para celebrar con el pueblo la victoria de la región, Chávez se dirigió al estadio José María Minella, acompañado por el entonces candidato a la presidencia de Bolivia, Evo Morales, y el futbolista argentino Diego Maradona. Al llegar, se encontraron con más de 40.000 asistentes, pertenecientes a los movimientos sociales de todo el continente, quienes corearon a voz en cuello la sola consigna propuesta por el líder bolivariano: "¡Alca, Alca, al carajo!". Al final, Fidel no estaba loco y tuvo razón.
Nazareth Balbás AVN 04/11/2013 20:08

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